Amigos y amigas unas pocas líneas y unas fotos para compartir un “sucedido” de este fin de semana pasado.
Resulta que mi flia. y yo fuimos invitados este sábado pasado a una fiesta en una zona rural del Departamento de Canelones. Y yo, con resabios de mi pasado de matrero, fui vestido como suelo hacerlo, de boina y bombachas de campo, prenda esta última que visto con orgullo porque si hay una “pilcha” tradicional que identifique a esta parte del mundo, sin dudas, es esta.
El asunto es que ni bien bajo de la NIVA un muchacho me grita, “acá al costau e’ las casas tenemos un bellaco que precisa mano firme en la rienda, se le anima???”. Y yo, ataviado como estaba y bajando de un vehículo con aire campero como la NIVA que les iba a contestar que no fuera un “apróntenlo que ya lo subo”
Además estaba la flia. presente y si me echaba para atrás, no solo quedaba mal yo sino que iba a hacer pasar vergüenza a los míos, así que como dijo el Jean Clo, retroceder nunca, rendirse jamás.
Aunque la pura verda’ es que me agarraron desprevenido, de haber sabido hubiera preparado alguna excusa tipo, “vengo arrastrando una lesión rebelde de un golpe grande que me pegó un gateado en unas jineteadas allá por el campo e’ los Batista”, pero bueh!!!, no fui rápido y lo dicho, dicho estaba.
Ahora había que salir del trance lo antes posible. Arranqué para el lado que me habían indicado simulando un paso firme, mientras echaba mano a la cintura para sacar el facón del cinto, pero no estaba, ahí me acordé que cuando salgo en la camioneta no lo llevo porque es incómodo manejar con eso atravesado a la espalda, sin embargo encontré en el bolsillo de atrás un destornillador chiquito, tipo perillero, porque con estos días fríos la NIVA a veces modera medio desparejo y lo tengo a mano para enriquecer la mezcla. Por suerte lo encontré, porque si llego a caer, no estaría bueno hacerlo sobre un elemento contundente.
Llegué hasta donde estaba el bicho e impresionaba, le brillaban los ojos, como luces le salían, pero no me achiqué, entré al corral, me así de la agarradera y de un salto quedé sentau en el lomo, apreté las piernas contra el lomo e hice señas para que lo largaran.
Y empezó la faena, al principio el animal escondía la cabeza entre las manos y se hacía un ovillo corcoveando y yo prendido como garrapata al lomo
Después quiso salir galopeando campo afuera, pero lo aguanté en la rienda, firme canejo!!!
Unos momentos después el animal se había empezado a cansar y me permitió soltarme de una mano y ayudarme con el brazo para contrarrestar los corcovos con un estilo elegante más propio de mi experiencia en el tema y aunque pasé algún apuro, ni por malo, ni por duro
jamás me largó un animal!!!.
Y en ese momento, con las pulsaciones a mil, con la adrenalina fluyendo, en medio de la algarabía y el fervor de los presentes siento la voz de mi esposa que me dice… dejate de hacer mímicas abombao, y bajate que van a prender la máquina y te vas a pegar un golpe y vamos a terminar contigo en la emergencia. No te das cuenta que tenés casi cincuenta!!!
Y yo con la voz entrecortada por el esfuerzo alcancé a balbucear… pero y las fotos, salieron bien???
Si, salieron bien, y bajate de una vez que los gurises están esperando por vos para empezar a jugar!!! me ordenó
Y se sabe que donde manda capataza, no manda peón de estancia, así que desmonté, corrí la cuerdita que oficiaba de tranquera, busqué un banquito, lo puse en un lugar firme contra unos eucalitos y me puse a matear al solcito mientras tarareaba aquellos versos de Juan José Somohano y que tan bien interpreta Marcelo Miraglia y que en una parte dicen…
“la doma voy a dejar
¡si cuesta creerlo, canejo!,
ayer, un pingo azulejo
entró a tirar sacudones
y al apretar los garrones
me convencí que estoy viejo".
Salú’ la barra!!!
P.D.:
La yapa