¿Sabes lo que son... o fueron los "barquillos" y los "barquilleros"?

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5 años 3 meses antes - 5 años 3 meses antes #29909 por madariaga

¿Sabes lo que son... o fueron los "barquillos" y los "barquilleros"?


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Los barquillos son planchas de oblea del material con que se hacen los cucuruchos de helado o los cubanitos. O como nos explicaban en ese momento: eran cucuruchos sin enroscar. Posiblemente deba su nombre a la semjanza de las velas de las antiguas embarcaciones polinesias o quizá de la forma de las velas deniminadas "latina" con la forma en que una oblea redonda es doblada en 4.


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El barquillero, como su nombre lo indica, fabrica y/o vende barquillos.

El barquillo tenía un precio determinado, pero el gran atractivo para los niños no era tanto el sabor del producto (que en realidad era como comer un helado vacío) sino el elemento lúdico que acompañaba su adquisición y que, sin dudas, significó el primer paso de muchos en el camino de la timba y el escolaso.

Los barquilleros eran vendedores ambulantes exclusivos de la playa y plazas, que se vestían de blanco en Argentina y con chaleco, saco y gorra gris en España y cargaban sobre su espalda -a modo del bolso en que llevan sus palos los jugadores de golf- un cilindro de aluminio generalmente rojo, que en la parte superior -que hacía las veces de tapa- tenía una rudimentaria ruleta.


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Madrid, España

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Madrid, España

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Mar del Plata, Argentina


Virgilio de D’Ambra, en la Plaza Mitre, el barquillero que era una constante en esos años 1953 al 61, en Mar del Plata



[size=4Parece que en España todavía existen y hasta hay un museo y una estatua del barquillero. En Buenos Aires hace rato que no se los ve más. Hasta la década del 40, quizás algo de los 50 su presencia era habitual en las plazas y luego, paulatinamente la especie se fue extinguiendo. [/size]

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Ponferrada, León, España

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Santillana del Mar, Cantabria, España


Pero digamos primero, para quienes no saben, que era el barquillo. Consistía antiguamente en una masa de harina tostada, sin levadura, que se le agregaba miel y huevo. Habría un origen que se remonta a la antigua Roma en la que había un biscocho similar que denominaban "Crustulum". Posteriormente, en la edad media estaban muy extendidos y formaban parte de las mesas de los reyes y de los grandes señores y también se vendían por la calle.
A comienzos del cristianismo se utilizaban como pan sagrado. Las obleas eran elaboradas en los monasterios en donde se degustaba antes de venderlo a los fieles y, probablemente, su evolución a dulce gastronómico se deba al refinamiento de los religiosos y al gusto de los reyes y los grandes señores y sus cortes.





El negocio funcionaba así: El niño pagaba un único precio, digamos 10 centavos, y con este sencillo requisito ya estaba en condiciones de participar. Como hemos dicho, y esta es la clave, el recipiente era cilíndrico, de un diámetro que podríamos calcular en unos cuarenta centímetros, y en la tapa tenía instalada una especie de ruleta, en vez de los números de las ruletas verdaderas, tenía espacios alternados numerados del 1 al 3. El reglamento de la casa era muy simple: el consumidor o jugador, como se prefiera, debía accionar el eje central que giraba adosado a una lengüeta larga, que finalmente se detenía en alguno de los casilleros mencionados. Si pagabas simple se jugaba con los numero interiores, si pagabas el doble jugabas con los número exteriores.

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Madrid, España



Quien lograba el número 3 tenía, además de los tres barquillos, la satisfacción inenarrable del triunfador, seguramente similar a la de los legendarios jugadores que alguna vez lograron desbancar al Casino de Montecarlo; algo menos para quienes embocaban el 2 y el que sacaba el 1 quedaba conforme, porque al fin y al cabo, era el precio básico del barquillo. En suma, en última instancia nadie perdía, y todos se retiraban contentos a saborear el inefable barquillo y siempre se podía volver a tentar fortuna, si se contaba con el capital necesario. Algún moralista podría objetar que se estaba iniciando a la niñez en los escabrosos senderos del vicio al vincularlos a tan temprana edad con la compulsión del juego, pero no creemos que la desaparición de este personaje de las plazas porteñas se deba a una denuncia de esta índole. Simplemente se ha extinguido por el cambio de las costumbres, de los gustos, de la vida, en definitiva.

Los barquillos también son conocidos como: obleas, canutos, cucuruchos, capellinas, tulipas, pañuelitos, cubanitos, habanitos, cannolis, conos, conitos, wafer y se fabrican colocando la masa entre dos hierros con diferentes diseños.


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Antiguos utensilios para fabricar barquillos.


En gastronomía una oblea es una galleta crujiente, a menudo dulce, muy delgada, plana y seca, que además de biscocho se usa para decorar helados, y también se utiliza como guarnición en algunos platos dulces.

La masa simple contiene:

Harina 1½ partes
Azúcar 1 parte
Manteca ¼ de parte
Esencia de vainilla y/o canela a gusto
Agua c/n

Preparación:

Mezclar la manteca con el azúcar, luego agregar la harina y seguir mezclando.
Cuando está grumoso agregar el agua en cantidad necesaria y mezclar.
Agregar esencia y canela si se quiere.
La masa debe quedar como la del panqueque, sin grumos.
Cocer por un minuto o hasta sentir olor a galletitas.
Retirarar del molde de acuerdo a la clase de producto que se quiera hacer y darle forma inmediatamente.
Rellenar y decorar a gusto.

Hay otras recetas que llevan huevos, levadura, queso, sal y otros condimentos como chocolate, anís, cascara de limón, etc.

En Italia son conocidos como "pizzelle" que se hacen con las "ferratelle" que serían los moldes de hierro.

"La pícara Justina" es una novela picaresca española. La primera edición conocida data de 1605. Su autor podría ser Francisco López de Úbeda, conocido novelista de esa época y en un pasaje figura: En su tiempo, los que ahora se llaman barquillos, se llamaban suplicaciones, porque debajo de cada oblea iban otras muchas que hacían una manera de doblez, mas las de ahora, como no tienen doblez debajo, sino una oblea desplegada en forma de barco, llámanse barquillos. Es vergüenza, todo está sofisticado. (Pícara I, 174)

"Don Quijote de la Mancha"? es una novela escrita por el español Miguel de Cervantes Saavedra. Publicada su primera parte con el título de "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha". Fecha de publicación original: 1605 figura: Mas lo que yo sé que ha de comer el señor gobernador ahora para conservar su salud y corroborarla, es un ciento de cañutillos de suplicaciones y unas tajadicas subtiles de carne de membrillo, que le asienten el estómago y le ayuden a la digestión.
Oyendo esto Sancho, se arrimó sobre el espaldar de la silla y miró de hito en hito al tal médico, y con voz grave le preguntó cómo se llamaba y dónde había estudiado.




cvc.cervantes.es/artes/gastronomia/recetario/suplicaciones.htm
www.guiarepsol.com/es/comer/en-el-mercad...lo-madrileno-madrid/
es.wikipedia.org/wiki/Ferratella
caseritoviandas.blogspot.com/2011/01/piz...ionales-de-anis.html
www.lascapelinas.com.ar/tag/vasos-de-pasta/
obleas-dulces.recetascomidas.com/
www.ingebretsens.com/stovetop-krumkake-iron.html
www.fervorxbuenosaires.com/barquilleros/


La Niva será de tecnología viejona, pero es robusta...como la Yolanda. :)
Carlos de Madariaga - Bs. As.- Argentina
Niva 2004 y Ford F-150
Adjuntos:
Última Edición: 5 años 3 meses antes por madariaga.

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5 años 2 meses antes #29922 por Job
Yo los llegué a conocer, en los '70 todavía era frecuente verlos por los barrios y/o plazas montevideanas.

Los barquilleros locales tenías una particular forma de anunciarse, además de "vocear" barquilloooooo, barquillerooooo, hacían sonar un tríangulo de metal, que a los guríses nos alertaba de presencia.

Tengo algún recuerdo de correr atrás del hombre con el cilindro de metal y venirme con algún barquillo para mí y mi hermano, pero no de haber participado de la ruleta, además por estos lares el producto no era tipo vela sino cilíndrico, como los que se ven en la canasta del barquillero madrileño.

Salú' la barra!!!

"nadie acierta antes de errar,
y aunque la fama se juega,
el que por gusto navega
no debe temerle al mar"
fragmento del Martín Fierro de José Hernández

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